viernes, 20 de diciembre de 2013

De ateos, paganos ... y la cola serpentina del diablo


Con cierta frecuencia, algunas personas me preguntan si me he convertido en ateo. Sobre todo las personas que me conocieron antes de cumplir los 30 años de edad lo hacen con cierta sorpresa y desencanto; lo que es comprensible tomando en cuenta que durante la infancia la mayoría de la gente pensaba que era yo monaguillo; en mi adolescencia, mucha gente creía que era seminarista; en mi juventud más de una persona me preguntó si era yo sacerdote. Claro, también se ha afirmado que soy marxista, leninista, troskista, moderno, posmoderno, taoista, maoista, confucionista, shintoista, budista, agnóstico, ateo, cristiano ortodoxo, pagano cartomancista, materialista, escéptico, crédulo, etc.; todo ello, dependiendo del ambiente en que me mueva. 

 ¿Cómo puedo contestar a quien me pregunta si me he convertido en ateo? Esta semana he leído dos afirmaciones de dos personas formadas en la espiritualidad de Ignacio de Loyola, que me sirven de pretexto para dar una no-respuesta. 

I
ATEOS
La primera afirmación la realizó José María Castillo, en un artículo de su blog titulado Los nuevos ateos 

Lo que estamos viendo, viviendo y sufriendo en España, desde que el PP tiene la mayoría absoluta en el Parlamento de nuestro país, está dejando cada día más patente que estamos siendo gobernados por ateos.

El resto del artículo desarrolla las razones por las que este famoso teólogo llega a esa afirmación. Resumiendo el argumento, que vale la pena leer completo en el artículo original, quienes gobiernan España no tienen al Dios cristiano por dios, sino que su dios es el dinero. 

Comprendo muy bien el sentido del artículo de Castillo, que se basa en un principio básico del propio Evangelio cristiano: no es cristiano quien se la pasa con el Jesús en la boca, sino quien actúa conforme al corazón, al estilo y al proyecto de Jesús. Comprendo muy bien por qué Castillo considera que la actuación de quienes gobiernan España no es conforme al corazón, el estilo ni el proyecto del galileo. No puedo sino estar de acuerdo, y reconozco la pertinencia del artículo para quien ha puesto el seguimiento de Jesús como el centro de su vida.  Pero....

... pero algo suena mal. ¿No?  

Quizá sin que el mismo Castillo lo advierta, queda establecida una dicotomía entre cristianismo (y personas cristianas) por un lado, y ateísmo (y personas ateas) por el otro. Sin que lo diga explícitamente, aparece esta dicotomía en términos maniqueos: el cristianismo es positivo, es bueno, y se preocupa de los pobres; mientras que el ateísmo es negativo, es malo, y se aprovecha engañando a los pobres. Textualmente Castillo dice casi al final de su artículo  Nunca el ateísmo se había quitado la careta como ahora en España. Por eso es más indignante que haya tantos “beatos” y “santurrones” que, con su careta religiosa, se engañan. Y nos engañan. A costa del sufrimiento y de la humillación de los más desgraciados.

Por lo que conozco de Castillo, él no tiene en mente a las personas sinceramente ateas. El hablar de nuevos ateos, y de un ateísmo que se quita la careta es un mero recurso retórico-teológico para desenmascarar a falsos cristianos; a los que se presentan públicamente como cristianos cuando su fe no está en el proyecto de las Bienaventuranzas sino en el poder y el dinero. Eso lo sé por lo que le conozco... pero no se desprende de su escrito. Si tomamos el escrito como está, todo ateísmo queda bajo sospecha de negatividad, de enmascaramiento y de injusticia. Cuando el hecho es que muchos de los valores político-económicos del llamado Estado de Bienestar que desmantela hoy el Partido Popular en España fueron logrados gracias a la reflexión, organización, sangre  y lucha de miles de personas ateas. No sólo de ellas, claro; pero sin duda también gracias a ellas. 

Incluso dentro de la misma retórica de la teología, lo que aquí Castillo está denunciando no es propiamente un ateísmo sino una idolatría. No es que no tengan dios, sino que tienen por dios un dios distinto a Jesús: Mammón.  En todo caso, es cierto que teológicamente es incompatible con el ser una persona cristiana el tener por centro de su vida el dinero; pero de ahí no se deduce a) ni que toda persona que tiene por centro de su vida el dinero es atea, en todo caso es cristiana incoherente; ni b) que toda persona atea tiene por centro de su vida el dinero. Muchos grandes ejemplos de desprendimiento, compromiso por la justicia, sincera fraternidad vienen de personas ateas. 

II
PAGANOS
La segunda afirmación es muy parecida a la anterior y proviene de Jorge Mario Bergoglio. Aparece en distintas agencias de noticias. La retomo yo del texto oficial en español en la página del Vaticano, correspondiente a la audiencia del 18 de diciembre de 2013
Pero es algo feo cuando se ve a un cristiano que no quiere abajarse, que no quiere servir. Un cristiano que se da de importante por todos lados, es feo: ese no es cristiano, ese es pagano. El cristiano sirve, se abaja. Obremos de manera que estos hermanos y hermanas nuestros no se sientan nunca solos

Es un esquema similar al de Castillo. Entiendo por tanto perfectamente que el sentido de la afirmación de Bergoglio es que la soberbia, la arrogancia, no corresponden ni al corazón, ni al estilo ni al proyecto de Jesús. En ese sentido, tales actitudes no son cristianas. No cabe duda que el propio estilo y corazón de Bergoglio se perciben con olor a Evangelio por millones de personas; la institución papal y la misma institución eclesial se ven renovadas y se generan nuevas esperanzas de una praxis más conforme al Hijo del Carpintero. En esta renovación de esperanza, tiene una alta importancia la percepción de humildad del propio Obispo de Roma. No puedo sino alegrarme de que en una posición tan significativa del catolicismo se encuentre una persona que trasmita bondad y humildad. Pero...

... pero vemos el mismo esquema dualista y maniqueo. El cristianismo y la persona cristiana es humilde, es servicial, se preocupa por las otras personas; mientras que quien es arrogante y se niega a servir a las otras personas es pagana. 

De manera similar a lo que ocurre con Castillo, puedo creer que Bergoglio no tenía en mente a las personas realmente paganas. Recordemos que en la construcción judía que es heredada por el cristianismo, pagano es quien no pertenece a la propia fe. En ese sentido, desde el catolicismo el Dalai Lama es un pagano... y no creo que el Papa piense que el Dalai Lama sea una persona arrogante, egoista, que se niegue a servir a las demás personas. 

Y sin embargo, eso es precisamente lo que se desprende de su texto. Es cierto que teológicamente no es compatible con el ser una persona cristiana con ser arrogante y negarse a servir; pero de ahí no se deduce a) ni que tales personas sean paganas, en todo caso son cristianas incoherentes; ni b) que toda persona pagana sea arrogante y egoísta. 

De hecho, en todas las religiones ajenas a la tradición judeocristiana (por tanto, en todas las religiones paganas) se encuentran casos extraordinarios de desarrollo espiritual, que incluyen el vencer las tendencias a la soberbia, a la arrogancia, al egoísmo y a la negativa de servir.  Y lo mismo vale para diversos humanismos agnósticos y ateos.

III
LA COLA SERPENTINA DEL EXCLUSIVISMO CRISTIANO
¿Por qué señalar estas verdades de perogrullo, sobre todo cuando soy consciente de que la intención de ambos textos no es descalificar ni a personas sinceramente ateas ni sinceramente paganas sino sólo denunciar incoherencias en  personas que se ostentan como cristianas? ¿No es buscar el mínimo error de forma patológica? ¿No es una actitud de crítica destructiva de quien no deja títere sin cabeza?  Más de una vez se me ha acusado de ello en foros de personas católicas progresistas cuando critico algunas afirmaciones de personalidades del catolicismo progresista, por más que esté de acuerdo con el fondo de sus artículos. 

Por supuesto, siempre he de tomarme en serio tal acusación y examinar con honestidad autocrítica mis motivaciones. Sin embargo, sinceramente lo veo como la dinámica propuesta por Ignacio de Loyola para discernir las mociones del "mal espíritu": hay una etapa (identificada como Primera Semana) en que sus maquinaciones son evidentes, y es fácil discernirlas; pero hay otra etapa (identificada como Segunda Semana) en que dichas maquinaciones son más sutiles, el enemigo se disfraza de "ángel de luz" aunque se le alcanza a divisar disfrazada su "cola serpentina".

Cuando ésto sucede, Ignacio propone en sus Ejercicios Espirituales una regla de discernimiento:
6ª regla. La sexta: quando el enemigo de natura humana fuere sentido y conoscido de su cola serpentina y mal fin a que induce, aprovecha a la persona que fue dél tentada, mirar luego en el discurso de los buenos pensamientos que le truxo, y el principio dellos, y cómo poco a poco procuró hacerla descendir de la suavidad y gozo spiritual en que estaba, hasta traerla a su intención depravada; para que con la tal experiencia conoscida y notada, se guarde para adelante de sus acostumbrados engaños.

Aclaro, la comparación se limita a que hay aspectos/argumentos que son evidentemente perjudiciales y hay otros cuyo perjuicio no es claro, a menos que notemos su cola serpentina; por éso es importante examinar con detalle todo el discurso, para ver lo que de buen pensamiento tiene y no dejar de ver lo que nos desvía del buen pensamiento. Hasta ahí llega la comparación, de ningún modo atribuyo a Castillo ni a Bergoglio estar inspirados por el "mal espíritu". ¿Cual es la cola serpentina que distingo en ambos textos? la del exclusivismo cristiano: el pretender que el cristianismo es superior y todo lo que no es cristiano o es malo o al menos es inferior. 

Así, hay personas y argumentos en que el exclusivismo cristiano es evidente. Pensemos en la Instrucción Dominus Iesu firmada por el entonces Cardenal Ratzinger sobre la unicidad salvadora de Jesús. Cuando el exclusivismo se presenta así de abierto, es fácil reconocerlo y rechazarlo. Pero hay argumentos (como los aquí presentados) en que tal exclusivismo no es evidente, no es reconocido, muy probablemente ni siquiera fuera consciente... pero está presente. Justo por éso, por lo que aún se nos cuela inconscientemente la larga historia de pensamiento exclusivista cristiano, es por lo que es tan importante señalarle cuando aparece su cola serpentina... porque es la única forma de derrocarle, usando una expresión ignaciana.   Pensemos que lo mismo pasa con el patriarcalismo: ante milenios de sociedades patriarcales, con el avance del feminismo quedan evidenciados los discursos más abiertamente machistas, pero aún se nos cuelan ideas y valores patriarcales más sutiles. 

¿Significa éso que Castillo y Bergoglio son adeptos del pensamiento exclusivista? ¿Es hipocresía su talante ecuménico, de diálogo y respeto entre las religiones y con los mundos ateos? Claro que no. Al igual que aún comprometidas y comprometidos con la equidad de género, se nos siguen colando expresiones patriarcales sutiles debido a que eran nuestro mundo "natural", en el caso del exclusivismo cristiano es muy posible que se cuelen expresiones sutiles de forma inconsciente, aún estando conscientemente comprometidos a la superación del exclusivismo.

Lo que no podemos hacer es bajar la guardia, criticar sólo a quienes muestran las expresiones más evidentes, y dejar de señalar cuando la cola serpentina del exclusivismo cristiano sutil se aparece en medio de discursos sinceramente evangélicos.

Puede perfectamente denunciarse la incongruencia entre cristianismo y arrogancia o avaricia, sin maniqueísmos en que las personas paganas o ateas sean arrogantes o avaras; sin que el cristianismo sea superior a tener otra religión (paganismo) o ninguna religión (ateísmo). Puede afirmarse el valor que para uno mismo tiene el ser cristiano, sin atribuirse superioridades morales sobre paganos y ateos. En 2004 me pidieron un artículo sobre el aporte de la fe en Jesús a la vida; lo titulé ¿Puedo creer en Dios? y casi al final del mismo escribía mi convicción:
... finalmente creo que lo que la fe en Jesús (creerle a él -creer en él) ha aportado a mi vida es un camino concreto de humanización misericordiosa. No el único posible; pero sí el camino concreto por el que me ha sido posible transitar.  Quizá para quienes necesiten que Dios tenga que servir de forma única les parezca poco (a fin de cuentas, se puede conseguir lo mismo por otros caminos), pero sé que uno no se construye persona en abstracciones, sino en concretos. Y lo que he encontrado es que la fe en el Dios de Jesús es un concreto que posibilita el ir viviendo humanamente en la historia... (énfasis en este texto, no en el original).  

¿Exagero? Seguramente si quien lo lee es una persona cristiana, y especialmente si pertenece el catolicismo progresista, pensará que sí; que no es para tanto; que no es ofensivo. Lo mismo dicen muchos varones del humor machista o de la publicidad machista o del lenguaje patriarcal... es necesario estar en la posición del grupo descalificado para reconocer lo ofensivas que pueden ser ciertas expresiones. Bastará entonces ser una persona atea o pagana o ser una persona con capacidad de ponerse en los zapatos de una persona atea o pagana, para notar lo ofensivo, arrogante y falso que resulta identificar la actuación del Partido Popular de España con el ateísmo o identificar la soberbia arrogante con el paganismo. 

Señalar pues esta expresión de exclusivismo sutil no es hablar contra las personas de Castillo y Bergoglio. Al contrario, quizá incluso si llegaran a notarlo puedan examinar con detalle y profundizar el propio camino en que se han comprometido por el dialogo respetuoso, evitando expresiones que aún sin intención pueden ofender a personas ateas y paganas. 


IV
Con cierta frecuencia, algunas personas me preguntan si me he convertido en ateo.
Respondo que sin duda me convierto en uno, cuando se descalifica (consciente o inconsciente) a las personas ateas. Y en pagano cuando se descalifica a las personas paganas. Y en cristiano cuando se descalifica a las personas cristianas. 

Abrazos y esperanzas. 
Rodrigo

lunes, 4 de noviembre de 2013

Meditación en una madrugada abrumadora


Inhalo y soy consciente de que inhalo...
Exhalo y soy consciente de que exhalo...
(tres veces)


Inhalo y atraigo lo que me hace bien y me nutre...
Exhalo y me libero de lo que me intoxica...
(tres veces)


Inhalo y  soy receptivo a lo que me hace bien y me nutre...
Exhalo y dejo ir lo que me intoxica...
(tres veces)


Inhalo y soy receptivo...
Exhalo y dejo ir...
(tres veces)


Inhalo y recibo...
Exhalo y dejo...


Inhalo nutrición...
Exhalo toxinas...


Inhalo...
Exhalo...


Inhalo...
Exhalo...


In...
Ex...


I...
E...


...
...


..
..


.
.




: )



[Al terminar la meditación, viene a la mente lo que dice el Yi Jing: Viento y Trueno. Así la persona noble, cuando ve el bien lo imita; si tiene defectos, se deshace de ellos]

sábado, 8 de junio de 2013

Ternura II: Dumitru

Siempre he lamentado no tener acceso en internet a este maravilloso texto del teólogo rumano Dumitru Staniloae. Así que finalmente me decido a publicarlo en mi blog. El texto se llama TERNURA Y SANTIDAD, y lo he trascrito del libro ORACIÓN DE JESÚS Y EXPERIENCIA DEL ESPÍRITU SANTO, de Editorial Narcea Ediciones (se puede adquirir en Amazon)  Algunas decisiones de traducción no me convencen; por ejemplo, yo prefiero la expresión "la persona santa" a la expresión "el santo". Pero lo trascribo tal como aparece publicado por los editores, cuyos derechos de autor no pretendo afectar.

La humanidad se renueva y se salva en la figura de un santo, por su disponibilidad en las relaciones, por su extrema atención a los demás y por la prontitud con la que se entrega a Cristo.

¿Cómo se manifiesta concretamente esta humanidad renovada? En la relación del santo con cada ser humano se deja ver un comportamiento marcado por la delicadeza, la transparencia y la pureza, tanto de pensamiento como de sentimientos. Su delicadeza se extiende incluso hacia los animales y las cosas, porque el santo ve en todas las criaturas un don del amor de Dios y no desea dañar este amor tratando esos dones con negligencia o indiferencia. Respeta a cada persona y a cada cosa. Si una persona o un animal sufren, experimenta una profunda compasión por ellos.

San Isaac el Sirio dice de la compasión del santo:
"¿Qué es un alma, un corazón lleno de compasión? Es un corazón que arde por cada criatura: por las personas, por los pájaros, por los animales, por las serpientes, por los demonios. Al verlos y recordarlos los santos derraman lágrimas. Esta compasión inmensa e intensa que desborda el corazón de los santos hace que sean incapaces de soportar la vista de la más pequeña herida, aunque sea insignificante, en una criatura. Así mismo, rezan siempre con lágrimas por los animales, por los enemigos de la verdad y por los que les hacen daño" (Sermón 81).

Cuando a San Calinico de Cernica le faltaba dinero para los pobres, se volvía a los que le rodeaban y les decía: "Dadme dinero para dárselo a los hermanos de Jesús".

Esta compasión nos hace descubrir un corazón tierno, extremadamente sensible, al que le es ajeno cualquier tipo de dureza, indiferencia y brutalidad. Nos muestra que la dureza la produce el pecado y las pasiones. En el comportamiento del santo y en sus pensamientos no hay vulgaridad, ni bajeza, ni mezquindad, ni un solo rasgo de afectación. Todo es sinceridad. En él hallan su culmen la ternura, la sensibilidad y la transparencia, que se alían con la pureza, con la generosa atención a los demás, y con esa disponibilidad por la que, con todo su ser, vive con ellos sus penas y sus sufrimientos. Todas estas cualidades manifiestan una eminente realización de lo humano.

En efecto, en esta forma superior de ternura hay una distinción y una nobleza llenas de amor que dejan muy atrás la distinción y la nobleza habituales, distantes y formalistas. Esta ternura no evita el contacto con los hombres más humildes ni huye ante situaciones en las que otros podrían hacerlo. El modelo de esta ternura es la kenosis de Cristo, su condescendencia. Él no quiso alejarse de los pecadores ni de las mujeres, como hacen los que temen por su reputación. La kenosis de Cristo es la suprema ternura. Con ella nos demuestra su deseo de no apesadumbrar ni molestar a los humildes.

Con la kenosis deseaba abrirse un camino hacia sus corazones. Deseaba hacerles renunciar a su brutalidad por la ternura, en lugar de hacerles persistir en una actitud de insensibilidad con la cual el inferior responde con su desprecio al superior que también le desprecia.

Cristo quiso que por su kenosis se derrumbara el muro de brutalidad y aspereza que recubre como una cáscara, para defenderla, la delicada esencia de la verdadera humanidad.

La ternura del comportamiento de los santos se inspira en la kenosis de Cristo. Son, al mismo tiempo, los precursores de ese nivel futuro en el que la ternura reinará en las relaciones humanas, ya que, insatisfecha la humanidad de la igualdad exterior que consigue alcanzar, se dirige hacia un nivel superior de relaciones recíprocas marcadas por la ternura.

Gracias a que participan de una conciencia cuya sensibilidad se nutre y afina, precisamente, en esta sensibilidad del Dios hecho hombre para los hombres, los santos perciben en los demás los más escondidos estados de ánimo y evitan todo lo que les pueda causar cualquier contrariedad, sin dejar, no obstante, de ayudarles a triunfar sobre sus debilidades y a vencer sus dificultades.

Al santo se le busca como confidente de los más íntimos secretos, porque es capaz de leer en los demás esas necesidades que apenas expresan y las cosas buenas que desean. Se apresura, entonces, a responder a esa petición y se entrega a ello con dedicación. Sin embargo, también distingue las impurezas, incluso aquellas que más habitualmente disimulan. Su compasión se vuelve entonces purificadora, por la dulce fuerza de su propia pureza y  por el sufrimiento que hacen nacer en él las malas intenciones o los deseos perversos de los demás. Ese sufrimiento se le queda dentro.

En cada una de esas situaciones, sabe cuál es el momento oportuno para hablar y lo que hay que decir; sabe también cuándo es mejor callar y qué conviene hacer. Podríamos como una especie de "diplomacia pastoral", este sutil discernimiento que tienen los santos, una prueba más de la nobleza de su distinción.

Del santo emana siempre un espíritu de generosidad, de abnegación, de atención y de participación que no se preocupa de sí mismo. Es un calor que calienta a los demás, les hace tomar fuerzas y les hace experimentar la alegría de no estar solos. El santo es un cordero inocente, siempre dispuesto a sacrificarse, a asumir el dolor de los demás, pero también un muro inquebrantable en el que todos se pueden apoyar.  Cuando comparte los destinos ajenos, unas veces demuestra gran discreción, y otras, al contrario, gran efusión, pero siempre, no hace falta decirlo, su relación con los demás es totalmente desinteresada.

Por otra parte, no hay nadie más humilde que él, más libre de lo artificial, más lejano de la fanfarronería y de comportamiento más "natural", porque acepta y comprende todo lo que es verdaderamente humano, todas las situaciones modestas y a veces hasta ridículas de nuestra humanidad, que sólo es grande precisamente cuando no se vanagloria de su grandeza. Así, el santo crea inmediatamente entre él y los demás una atmósfera de familiaridad, de proximidad humana y de intimidad. Con ella humaniza sus relaciones con los demás y las hace auténticas, porque él mismo se ha vuelto profundamente humano y auténtico. Habla con dulzura, evitando llamar brutalmente por su nombre a las debilidades ajenas y crea las condiciones para una relación directa, franca y abierta de los demás con él. De esta manera les invita a confesar sinceramente sus flaquezas y pecados, y les da fuerza para vencerlos.

San Máximo el Confesor dice que los santos han llegado a la simple y pura sencillez porque han superado en sí mismos toda dualidad, toda duplicidad. Han superado la lucha entre alma y cuerpo, entre las buenas intenciones y las obras que en realidad se hacen, entre las apariencias engañosas y los pensamientos ocultos, entre lo que se pretende ser  y lo que en realidad se es.
Se han simplificado porque se han entregado totalmente a Dios. Ésta es la razón por la que pueden darse enteramente a los hombres. Si en sus relaciones con los demás a veces evitan hablar de las faltas por su nombre, lo hacen para no descorazonarles y también para que en ellos aumente el pudor, la delicadeza, el discernimiento, la sencillez y la sinceridad.

Los santos siempre confortan. Por eso a veces reducen las proporciones exageradas con que las personas imaginan la talla de sus defectos, sus pecados y sus pasiones. Les alzan de la desesperación o de la impotencia total en la que se sienten sumidas, pero también reducen el orgullo de los demás haciendo uso de un delicado humor. Sonríen, pero no lo hacen sarcásticamente ni explotan en carcajadas. Se muestran serios ante actos inmorales o pasiones condenables, pero no atemorizan.

Dan un valor infinito a los más humildes, porque el Hijo de Dios, al hacerse carne, dio este infinito valor a todo ser humano. Como dicen en sus textos algunos Padres espirituales, ven a Cristo en cada hombre. No obstante, rebajan el orgullo de los demás mostrándose como ejemplos de humildad. De este modo restablecen continuamente la igualdad natural entre todos.

Por su humildad, el santo pasa totalmente desapercibido, pero se hace presente cuando se necesita su apoyo, consuelo o ánimo, y está cerca de quien todos abandonan. Para él no existe ninguna dificultad insuperable ni ningún obstáculo invencible, cuando se trata de sacar a alguien de una situación desesperada. En esas ocasiones muestra una fuerza y una habilidad sorprendentes, junto a una calma y una confianza inquebrantables, porque cree firmemente en el auxilio de Dios, al que pide constantemente y ora.

Es el ser más humano y el más humilde, pero al mismo tiempo es una persona excepcional y sorprendente. Suscita en los demás el sentimiento de haber descubierto en él y en los otros a través de él, lo que es verdadera humanidad.

Esta humanidad estaba de tal manera recubierta por lo artificial, por la voluntad de parecer en lugar de ser, que cuando se descubre sorprende como si fuera algo que no es natural. El santo es el más afable de los hombres y al mismo tiempo impone sin querer. Es el que más llama la atención y el que más respeto infunde. Se convierte en un íntimo para todos y cada uno, es el que mejor comprende, con quién se está a gusto, pero al mismo tiempo quien nos hace sentir incómodos porque nos hace ver las carencias morales y los pecados que no queremos reconocer.

Nos colma con la sencilla grandeza de su pureza y con la calidez de su bondad y su atención, pero nos causa vergüenza cuando vemos nuestro nivel moral tan bajo, por haber desfigurado la humanidad, ser impuros, artificiales, tan llenos de dobleces y de mezquindad. Todo eso adquiere un relieve tremendo desde la comparación que involuntariamente establecemos entre él y nosotros mismos.

El santo no domina a la manera terrena; no da órdenes con severidad. Tampoco nosotros le criticamos, ni sentimos nacer en nuestro corazón oposición alguna contra él, porque el santo nos hace concreta la persona de Cristo, a la vez tierno y poderoso, y por eso no nos escondemos de él ni esquivamos su rostro, aunque quizá prefiriéramos uno que nos diera órdenes con severidad, porque en él sentimos una firmeza irreductible, una total identificación de su persona con el bien, aunque esta firmeza en las convicciones, en la vida, en las opiniones y en los consejos, sea una firmeza sin crispación.

Por eso, las opiniones y consejos que expresan con ternura sobre lo que debemos hacer, por su carácter paradójico, se convierten en órdenes más imperiosas que cualquier precepto terreno, órdenes por las que se es capaz de hacer cualquier esfuerzo y sacrificio con tal de cumplirlas; porque la ternura del santo es a la vez firmeza y bondad. Ambas emanan de Dios y dejan trasparentar la bondad divina que, con una autoridad absoluta, se impone en la dulzura.

El consejo del santo resulta ser una liberación; libera de esa desfiguración y de esa impotencia en la que nos encontramos, de esa desconfianza que reina en nosotros. Sentimos que lo que el santo ha recomendado es como una fuerza, como una luz que brilla segura sobre el camino de la salvación por el que hay que caminar para salvarnos de la resignación de perdernos. Por el santo nos llegan la fuerza y la luz que vienen de la fuente suprema de fuerza y de luz, y también la bondad que, como un arroyo, mana de la fuente suprema de la bondad. Tememos que el santo ponga sus ojos en nuestra alma pensando que va a descubrir una verdad que nos sería desfavorable, pero al mismo tiempo esperamos que lo haga como el que aguarda la mirada de un médico de indudable competencia y segura amistad. Él nos dará -lo sabemos- el diagnóstico y el remedio eficaces para curar de una enfermedad que vagamente intuimos que es mortal.

En su ternura, en su dulzura y en su humildad percibimos una fuerza que ningún poder terreno puede doblegar ni desposeer de su pureza, de su amor por Dios y por la humanidad, de su voluntad de darse totalmente a todos y de servirles para ayudarles a salvarse.

El que se acerca a un santo descubre en él el colmo de la bondad y la pureza, cubierto por un velo de humildad que lo hace aún más atrayente. Hay que hacer un esfuerzo para descubrir las proezas de sus renuncias, de su ascetismo y de su amor por la gente, pero su grandeza impresiona por la sensación de la bondad, sencillez, humildad y pureza que se desprenden de él. Su elevación coincide con su proximidad. Él es la imagen de la grandeza tanto en la kenosis como en la humildad. De la persona del santo irradia una calma y una paz que nada quebranta, conquistadas y conservadas gracias a una dura lucha. Al mismo tiempo, el santo comparte hasta las lágrimas, los dolores de los demás.

El santo está enraizado en la permanencia del amor y el sufrimiento del Dios hecho carne, porque este amor emana de Dios que se ha encarnado y ha sufrido por los hombres. El santo reposa en la eternidad del poder y la bondad de Dios que se han vuelto en Cristo accesibles a la humanidad, dice San Máximo el Confesor, porque el santo, todo él, está marcado por la presencia de Dios, como Melquisedec. No obstante, este permanecer en el amor eterno de Dios y de los hombres no excluye su participación en los sufrimientos de los hombres y en sus buenas aspiraciones, al igual que Cristo no cesa de estar en estado de sacrificio por ellos, ni los ángeles dejan de ofrecer continuamente sus ministerio; porque esta permanencia en el amor que sufre es también una eternidad, una eternidad viva. Ese es el "reposo", la estabilidad, el "sabbat" en el que entran los santos, los que salieron del Egipto de las pasiones (Hb 3, 18-4,11). No se trata del "sabbat" insensible del nirvana, porque el reposo del santo en la eternidad del amor inquebrantable, del amor de Dios por los hombres, tiene también el poder de atraer a los demás y de ayudarles así a vencer sus sufrimientos con valentía, a no sucumbir y no desesperar. Por esto, el santo es la vanguardia y el sostén de la humanidad sobre el camino que lleva a la perfección futura del Último Día.

El santo triunfa sobre el tiempo precisamente por estar intensamente presente en el tiempo. Alcanza así, la máxima semejanza con Cristo, que está en los cielos y a la vez entre nosotros con gran eficacia. Por la salvación de la humanidad, el santo lleva a Cristo con el poder invencible de su amor.

El santo representa al ser humano purificado de las escorias de lo infrahumano o de lo inhumano, es la rectificación del ser humano desfigurado por la animalidad. Representa al ser humano cuya transparencia, restaurada, deja ver su modelo de bondad sin límite, de fuerza y sensibilidad infinitas: El Dios hecho carne. Es la imagen restaurada del Absoluto vivo y personal que se ha hecho hombre. Se ha transformado en una montaña, vertiginosamente alta y al mismo tiempo familiarmente cercana por su humanidad, que en Dios encuentra su perfección. Es una persona comprometida en un diálogo incesante y totalmente abierto con Dios y con los demás. Es la clara transparencia de la aurora de la eterna luz divina en la que la humanidad alcanzará su perfección. Es el reflejo integral de la humanidad de Cristo.

Ternura I: De profundis


De profundis clamavi ad te...
 [Desde el abismo clamé a tí...]


I
Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que las llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada (Elizabeth Kübler-Ross) 

II
El que se acerca a una persona santa descubre en ella el colmo de la bondad y la pureza, cubierto por un velo de humildad que le hace aún más atrayente. Hay que hacer un esfuerzo para descubrir las proezas de sus renuncias, de su ascetismo y de su amor por la gente, pero su grandeza impresiona por la sensación de la bondad, sencillez, humildad y pureza que se desprenden de ella. Su elevación coincide con su proximidad. Ella es la imagen de la grandeza tanto en la kenosis como en la humildad. De su persona irradia una calma y una paz que nada quebranta, conquistadas y conservadas gracias a una dura lucha. Al mismo tiempo, comparte hasta las lágrimas los dolores de los demás (Dumitru Staniloae)

III
I have learned, I have learned 
The most horrifying nights have an end
I was hurt, I was lost
In the dark I found a way to a friend

I am standing here in my ravine
Once again I see a piece of the sky
And my joy'll never be denied
'cause I was meant to be here -
The only place on earth
Where you are near, where you are near


Ravine (Ace of Base)